lunes, 14 de diciembre de 2009

Un poquito de democracia, pero sin pasarse.


En Cataluña votan si quieren ser independientes. Los suizos votan para prohibir los minaretes. En Zaragoza votamos para elegir de qué color queremos pintar el Puente de Hierro, ...Por cierto, que en este último caso, me cuentan que ha habido miles de cibervotos para que sea blanquiazul. Exactamente los colores del equipo de fútbol de la ciudad. ¡Qué lástima que yo no he podido votar! Entre otras cosas, porque mi color favorito no estaba entre las opciones. Yo lo hubiera querido dorado como un puente parisino, hubiera sido mucho más "chic".

Se impone la democracia minimalista y populista: votemos pero cosas fáciles, que nos lo pongan simple, que no tengamos que rompernos la cabeza. Votemos mejor a puntapiés. Los ejemplos citados son muy clarificadores de esta postura. En el caso de los vecinos catalanes no tengo muy claro si los que votan por la independencia han ido más allá de lugares comunes y anquilosamientos románticos y decimonónicos, si se les ha ocurrido siquiera plantearse qué harán el primer día que ¡por fin! les llegue la liberación. Por cierto, también uno de los líderes de la causa independentista es un conocido futbolero, qué casualidad) Tampoco sé si, puestos a reprimir fanatismos religiosos en la civilizada Suiza, han puesto en la lista todas las opciones (por aquellas tierras fue donde quemaron en la hoguera a nuestro paisano Miguel Servet y a otros muchos y entonces no fueron precisamente los musulmanes quienes encendieron la pira).

Pero lo que peor me parece es lo del puente. ¿Por qué sólo rojo, verde o zaragocista? Lo mismo me ocurre a la hora de votar en las listas electorales, no puedo hacer unas selección de las personas que considero más válidas para representarnos en el Parlamento, independientemente de su adscripción política y del número de orden en el que aparezcan. Hay que tragar con el pack completo. Lo contrario podría ser muy peligroso para algunos, quizás se caerían de las listas gentes que ya han hecho de la poltrona su hábitat particular. Aunque existe una segunda posibilidad que me aterra todavía más: que fueran los del fútbol, acompañados de modelos y otros tipos tan frívolamente "cultivados" como ellos los que se hicieran cargo de gestionar la cosa pública (de esto último ya se me ocurren bastantes casos).






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