jueves, 1 de agosto de 2013

Una moderna máquina



Tras la muerte de papá, estoy reorganizando mi vida, mis cosas, mis papeles … En lo que era su habitación me he preparado una zona de trabajo, mi pequeño despacho, mi “habitación propia” a la manera de V. Woolf. Uno de los objetos que he traído ha sido mi vieja máquina de escribir, la he limpiado y comprobado con sorpresa dos cosas: primera que, engrasándola un poquito, podría volver a funcionar perfectamente, aunque no sé si mis dedos se reacostumbrarían a teclear con la fuerza con que se hacía entonces y, segunda, y más interesante, descubro que la tecla más sucia es la del signo de interrogación. Me regocijo pensando en la mecanógrafa adolescente y jovencita que preguntaba, que se preguntaba ... y que sigue preguntándose desde aquellos tiempos en los que se compró esta máquina de escribir marca Triumph, modelo Tippa, supermoderna para aquel año 1970 más o menos que debió ser cuando la adquirí.  Lo hice con las 3.000 pesetas que me dieron los padres de mi amiga Araceli, como compensación por la ayuda que durante todo el año de 5º de Bachillerato le presté, estudiando las Matemáticas juntas. Yo quería comprarme una bicicleta, mamá me presionó para que comprara la máquina y me apuntó a un curso de Mecanografía. Evidentemente, me quedé sin la bicicleta y con las ganas de tenerla para el resto de mi vida pero a cambio conseguí un dominio de las teclas que ahora me sirve para sonreir con los comentarios de algún chavalillo que, después de un rato observándome en obligado silencio desde la silla de sus penitencias particulares, se atreve a exclamar: ¡"Escribes sin mirar!"