lunes, 11 de febrero de 2019

Cierta luz que deslumbra







Visitar la exposicion Cierta luz organizada por el    colectivo 4F en la Lonja de Zaragoza ha sido una sucesión de impresiones y emociones. Frente a la fotografía de Maysun del humo de la guerra en el cielo de Gaza en 2014, por extraño que parezca, me ha asaltado la evocación de otros cielos, los de la Vista de Delft del maestro Vermeer, "el cuadro más bello del mundo". Belleza y destrucción, sosiego y frenesí, arte y emoción, síntesis de lo que somos, de lo mejor y peor del ser humano, retratado por los testigos de cada época. 





 
La determinación en la mirada de la mujer yemení fijada en el objetivo de Judith Prat nos grita a los espectadores que siempre quedarán almas invencibles que nos devuelvan la fe. Y las entrañables fotos de Divina Campo me han devuelto la  Huesca, la huesqueta, que conocí en mi infancia, la de la leche en polvo de los americanos, el baño en el balde de zinc y, sobre todo, el clasismo que se respiraba, el de las señoras de buenas y victoriosas familias católicas y apostólicas que marcaban distancia con las criadas de origen campesino, en su mayoría, y perdedoras. Con Divina yo sí que he notado la oquedad, la ausencia de su mirada que retiró para casarse y formar familia (como era costumbre en la época). Si no hubiera sido así quizás hubiera alcanzado a fotografiar a esa misma niña que copia disciplinadamente la devota consigna en la pizarra, portando una pancarta en la que se rebelara contra esos mismos dogmas tan pretendidamente fijados en su espíritu. 






Impresionante el mural de fondo con las muchachas en bombachos en plena tabla gimnástica. Puedo decir que yo estaba allí. Y esto sólo son unos mínimos flashes de todo lo sentido en la visita, que no será la única pues tengo que volver para recoger más impresiones.