lunes, 7 de marzo de 2022

Carta a una desconocida (Sola y borracha)

 Querida desconocida:

Te creí desde el minuto cero. Tampoco hacía falta mucha perspicacia para entender que ese “encuentro” entre una chica de 18 años y cinco machistas creciditos, supremacistas de su sexo,    borrachos y supongo,  por  lo poco que he querido escuchar de sus vomitivas declaraciones,  hasta arriba de sustancias varias, repugnaba desde el primer momento. Me pregunté entonces y me sigo preguntando ahora cómo ninguno de esos cinco adultos, entre los que había dos servidores públicos (aunque me temo que ellos ni sabían que lo eran), no dijo ALTO y puso un ápice de cordura cuando se vio envuelto en tamañas vejaciones a un ser humano. Aún con esa evidente declaración de intenciones que llevaban en su nombre de guerra, la manada, parece increíble que ni uno de ellos decidiera desviarse de la estampida de la irracionalidad. 

Después de aquella madrugada fatídica necesitarías de muchos cuidados, estoy segura de que los tuviste porque casi parece increíble que hayas podido superar todos los malos y peores momentos que le siguieron. La denuncia ya acarreaba la dureza de la exposición de tu vulnerabilidad y de sus aberraciones, pero no fue más que el principio. Quizá podíamos imaginar que los cinco animales iban a negar, contradecir, justificar, sacudirse responsabilidades y acusarte a ti de provocar, querer, disfrutar…. eso ya lo hemos visto más veces pero, cuando pensábamos que ya había pasado lo más despreciable, volvimos a comprobar que no, que la perversión machirula traspasaba nuevas líneas… Enumero algunas de las que me soliviantaron el ánimo: un abogado indeseable que se paseó por las televisiones (con la complicidad de algunos “profesionales”) poniendo en cuestión tu moralidad, defendiendo a los “angelitos” que le pagaban sus sustanciosas minutas; un tribunal que, con todos los hechos delante, solo vio abusos e incluso un “señor” juez integrante del mismo, en su particular perversión similar a la de los cinco tipejos, pronunció aquella palabra infame, jolgorio; y, lo que ya se escapaba a la  capacidad de imaginación de cualquier persona digna de llamarse así, es la aparición de esas alimañas de las redes, que aún sin conocerte estaban dispuestas a difamarte, exhibir tu imagen,  tus datos personales, organizar tours por los escenarios de la abyección … Pero nada de eso fue suficiente para que consiguieran doblegarte.

Hace poco vi a tu abogada en la televisión (chapó también por ella), contaba que tuviste tus momentos de flaqueza, cómo no, a lo largo de todo este proceso que aún dura pero no cediste, no reblaste como se dice en Aragón. Y ahora sigo con satisfacción cada una de las sentencias que van cayendo sobre muchos de esos individuos que ensucian la condición humana de los demás con sus gestos miserables.  

Pero esta carta no es para revivir el relato de la cadena de penalidades y agravios sino para reconocer tus méritos. El primero, que no te refugiaste en el dolor ni te escondiste en la vergüenza, dos sentimientos en los que la sociedad ha ido envolviendo desde siempre a las mujeres que pasan por una violación. Miraste a la cara a esas alimañas y les sostuviste la mirada. Por mucho que aguantaran el tipo, confío en que la dignidad de esa mirada les haga mella a lo largo de los años que van a tener para recordarlo. Llegaste hasta el final, sin dejar un cabo suelto.  Denunciaste también a todos los que desde el sillón de su casa, ante una pantalla, siguieron vejándote y regodeándose en los atropellos. Nos has dado una lección a todos, a todas, a la sociedad entera.  La violación, la humillación, la vergüenza, la culpa… no se han quedado en el campo de la mujer, de la  víctima.  Tu persistencia y la de quienes te han acompañado  ha dado la vuelta a la “tradición”. Todas los comportamientos denigrantes y el reproche se quedan en su sitio, el que les corresponde,  el de los victimarios como se dice ahora aunque yo prefiera llamarlos  mierdas, en el campo de esos mierdas. Has perseguido la justicia  para ti y para todas. Con tu coraje para seguir hasta el final nos has proporcionado cuidado, dignidad, reparación… frente a estos despropósitos inhumanos, porque ver a las cinco bestias en la cárcel y, sobre todo, que su vida  lleve para siempre adherida la condena y la repulsa social es un precedente que marca un hito en la penosa y secular historia de justificaciones y benevolencias con este tipo de delitos.

Nos has cuidado, te has cuidado, has dejado que te cuiden, te hemos cuidado cada una de la manera que hemos podido, en nuestras casas, en las redes y en la calle. Con tu trayectoria, con tu actitud, has conseguido  que una mujer de mi edad, mi educación, mis hábitos, mis  códigos morales… se viera a sí misma gritando en las calles un slogan que jamás en su vida hubiera pensado: “Sola y borracha quiero llegar a casa”.