domingo, 17 de enero de 2021

Popular, populares, populismo...

 



Después del gran éxito de El infinito en un junco, Irene Vallejo se ha convertido en escritora de culto en este país y "parte del extranjero". No es para menos, hace ya tiempo que en su tierra natal, Aragón, conocíamos su capacidad divulgadora del mundo clásico a través de otras publicaciones y de sus columnas semanales en el periódico Heraldo de Aragón. Pero es todavía más deslumbrante su habilidad para hacernos revisar el presente a la luz del pasado. En el libro Alguien habló de nosotros que en 2017 recopilaba algunas de esas columnas hoy mismo he encontrado una dedicada al concepto de POPULISMO que, en la Roma clásica, surgió como una corriente que pretendía mejorar la vida de los más pobres y ha pasado a deteriorarse interesadamente (supongo) en la actualidad, cuando "los métodos demagógicos, y no las ideas, provocan la impopularidad" del término. Curiosamente, lo denostan quienes más ejercen estos métodos y/o incluso presiden partidos que prácticamente lo incorporan en el nombre. Vivir para ver.  (Por supuesto, la asociación de imágenes y otras ideas es interpretación mía, de la cual me hago responsable. Yo no sé en quién ni en qué estaría pensando mi admirada Irene Vallejo cuando escribió estas palabras).

 

POPULISMO. “En los últimos años hemos incorporado la palabra populismo al vocabulario político. En general se utiliza para desacreditar al adversario, acusándole de tácticas manipuladoras: liderazgo carismático, retórica agresiva, política-espectáculo y el señuelo de promesas irrealizables. Su origen remonta al populus de Roma. En la convulsa República surgieron líderes partidarios del pueblo -entre ellos los Gracos o Julio César- que, dando poder a las asambleas y magistraturas de la plebe, pretendían aprobar reformas destinadas a un reparto más justo de la tierra, el alivio de las deudas y las mejores condiciones de vida para los más pobres. Sus violentos contrincantes fueron los optimates, el grupo más conservador de la aristocracia, que quería mantener a la plebe como simple espectadora de la política. Los optimates acusaban al bando popular de forjar una alianza interesada con el pueblo para ascender al poder. El sufragio universal de nuestros días ha dado la razón a quienes luchaban por ampliar la participación política. Sin embargo, la nerviosa democracia actual, con sus líderes y asesores obsesionados por la presencia mediática, los eslóganes y los vaivenes de las encuestas, alimenta esa dimensión oportunista. Los candidatos en campaña se empeñan en decir lo que la gente quiere oír: los métodos demagógicos, y no las ideas, provocan la impopularidad del populismo”

Irene Vallejo. Alguién habló de nosotros. Contraseña editorial. 2017

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